Inés es una excelente mediadora comunitaria. Desde la experimentación y el juego fotográfico, que es lo suyo, ha desarrollado una serie de recursos y tácticas que no fallan. La cámara minutera, es uno de ellos.
La minutera ha recorrido el espacio público del pueblo. Estratégicamente situada los domingos a la hora del aperitivo en la Plaza Mayor, ha despertado una curiosidad irresistible, atrayendo a los viandantes que se han atrevido a posar: un comienzo de algo. Como dice Inés, los procesos artesanales que llevan tiempo nos permiten entre tanto entablar conversación y establecer vínculos. Esa es la magia de una cámara minutera frente a la inmediatez de la foto digital.
Inés también ha realizado con los alumnos de 6º del Colegio técnicas de fotograma y estenopeica. Durante la visita guiada a la exposición, un alumno de 4º nos preguntó: “¿cuando llegue a 6º iré al taller de fotografía de Inés?”. Lo cierto es que de la fotografía analógica los chicos no han oído ni hablar, y mucho menos del revelado químico. Los procesos analógicos suponen roce, los digitales ocurren en un mundo virtual de algoritmos que ni se ven ni se tocan. Como venimos diciendo en este proceso ¡EPA! se trata de pasar de las herramientas a las semillas. A veces todo cambia cuando por un momento dejamos a un lado lo súper tecnológico y recuperamos lo hecho a mano.
La fotografía minutera es un oficio que data de 1880, los minuteros trabajaban en medio del bullicio de la ciudad y a unos precios que democratizaron la fotografía. Cada fotógrafo minutero construía y construye su propia cámara.
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